El amor ni se crea ni se destruye, simplemente cambia.

Todas las personas hemos sentido amor en algún momento de nuestras vidas; todo comienza con el amor de nuestros padres, luego vamos añadiendo más familiares, hacemos amigos, ahora tu pareja, o tus hijos, los abuelos. El amor, el afecto, el cariño, el vínculo, el apego, nos determinan al mismo tiempo que nos miman, nos agasajan con sus mejores caricias y nos arropan con sus cálidas maneras. Amar no tiene forma, pero da sentido a todo lo que nos rodea, el mundo sin amor sería imposible porque somos personas, sólo eso, y todo nos afecta al ritmo de nuestras educadas pero también limitadas emociones.

El desequilibrio.

El problema viene cuando el equilibrio se rompe y no sabemos, porque no hemos sido educados para ello, vivir el desamor. Las relaciones familiares han cambiado porque la sociedad se ha transformado y nosotros con ella. El compromiso de la pareja está supeditado, cada vez más, a que todo “salga bien”, si no, todo sobra y ya nadie aguanta a nadie. Las relaciones entre hermanos pagan a veces los desperfectos de la falta de valores, algunos incluso dejan de hablarse para tratarse de manera despectiva en aras de una rivalidad mal enfocada y peor entendida. Los abuelos soportan exigencias que en muchos casos terminan por pasar una factura emocional injusta por interesada, y a eso no hay derecho.

Amar, tendencia que nace del alma, del alma que se sabe amada, porque sólo quien no ha sido amado no sabe amar. Querencia y ciencia extrañas de comprender, inútil empeño cuando de lo visceral se trata, y ante todo este compendio, aparecen los hijos en el momento más frágil para ellos: cuando la pareja se rompe y al mismo tiempo se pierde la calma. Ahora es cuando toca sacar lo mejor de cada quién para llamar a la puerta del otro; ahora es cuando toca mirar hacia abajo, pero no para mirarnos el ombligo, sino para mirar al alma nuestros hijos con cara de “tú no te preocupes, que aunque mamá y papá no sigamos viviendo juntos, tu vida no se va a romper”.

Nada se crea ni se destruye, simplemente todo cambia.

Las necesidades emocionales, de cuidados, de seguridad, de protección, todas, han de ser garantizadas por ambos progenitores, y no por una sentencia, no, sino por el sentido común sobre el compromiso que hemos adquirido para con nuestros hijos cuando decidimos formar una familia, ellos se merecen toda nuestra capacidad de saber amarlos en momentos tan difíciles. Ponte en su lugar, en el lugar de un hijo o más que ven cómo su familia se desmorona delante de sus narices y además no pueden hacer nada por evitarlo. ¿Rabia, impotencia, frustración, ira, cólera? ¿Pena, melancolía, tristeza, culpa, depresión? ¿Quién será la próxima víctima? ¿Qué le tocará padecer al próximo? Y sobre todo… ¿Cómo te sentirías tú?

Amar es fácil, pero amarnos es más difícil.

Ama a tus hijos antes que a tu propio ego. Ama a tus hijos para que seas tú quien lo pase peor, pero no ellos, ellos nunca deben sufrir más allá de la adaptación a una nueva forma de relacionarse con sus padres porque entre nosotros hemos decidido, de una manera voluntaria aunque no siempre deseable, cambiar la estructura de familia. Ama a tus hijos para que siempre les quede el recuerdo de una madre y un padre atentos a sus necesidades, no a caprichos sospechosos de enmascarar deudas emocionales, o sentimientos de culpa que jamás serán compensados con objetos materiales, jamás, si acaso con afecto sincero y ofreciendo nuevas experiencias estables y reparadoras. Mejor saber renunciar que denunciar.

No es magia, es educación.

Luis Aretio

Nota: A sabiendas de que hay muchos casos muy complejos, este artículo pretente trasladar una actitud amable, porque con muy poco… se pueden conseguir grandes beneficios.

2 comentarios en «El amor ni se crea ni se destruye, simplemente cambia.»

    1. El amor por los hijos demasiadas veces queda relegado cuando aparecen los confllictos en la relación de pareja, y no me parece justo que sean siemrpe ellos, los más vulnerables, quienes tengan que sufrir nuestras peores incoherencias. Eduquemos el sentido común por un mundo más amable con quienes más nos necesitan. Gracias por tus palabras.

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