El mejor ADN del mundo: Abrazo De Niño

Porque todos necesitamos abrazos que nos aprieten bien fuertes, de esos de los que casi te arrancan un ¡Ay!, de esos que te empujan el alma hasta el corazón y hacen que se sienta su latido en la garganta.

Abrazos de niños, de padres, de madres, de abuelos, de hermanos, de tíos, de primos, de amigos, de vecinos, de conocidos, de desconocidos, de locos y cuerdos, de muchos y pocos, pero abrazos como lazos, como cadenas hechas con cariño, cadenas que atan pero que nunca matan.

Abrazos con besos impregnados de caricias, abrazos dibujados al aire, abrazos que duren desde un instante a todo un infinito, abrazos con los brazos, con la cara, con una mirada, con los labios, con un beso o con el alma, pero siempre desde el corazón.

Achuchones de goma espuma o estrujones con almohadones, abrazos del color de la tierra o del cielo, abrazos de mil formas y maneras, da igual, como tú quieras.

Coge a tu hijo, a tu hija, y toma carrerilla; ponte a su “altura”, deja que la fuerza del cariño os arrastre hasta el suelo y os deje una marca en el corazón, de esas que recuerdas por su calor, de esas marcas del tiempo que no dejan dolor sino sabor. Dale un abrazo con intención, con descaro y soltura, dale un abrazo de los que hacen sospechar que todo va bien…y no necesitas saber por qué.

Coge tus brazos y estíralos para que nadie se quede fuera, para que todo el mundo sienta lo mismo que tú sientes, ganas de abrazar por abrazar.

Ahora, después de leer esto…¡ya!, coge al primero que pase y dale con todo tu ADN.

Un abrazo del niño que he sido.

No es magia, es educación.

Luis Aretio

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