Emociones y mecanismos de defensa. Somos lo que aprendemos a sentir.

No somos nada ni nadie sin nuestras emociones, y con todo lo que sabemos en la actualidad sobre cómo nos afectan, tenemos una oportunidad única de aprender a gestionar las diferentes situaciones a las que nos vamos a ver expuestos sin que a veces podamos ni tan siquiera decidir, es decir, que nos vienen dadas y formarán parte de nuestra experiencia de vida, acumulando bagaje y adhiriéndose a nuestro repertorio emocional.

Sin ánimo de escribir bajo un rigor científico sino divulgativo, se puede afirmar que las personas tenemos dos opciones para defendernos de las amenazas desintegradoras del yo: la depresión o la psicosis; vivimos entre ambas posiciones y podemos acercamos a algunos de esos extremos en ciertos momentos de nuestra vida, pero eso no significa que seamos enfermos sino que hemos enfermado, es algo transitorio. La mala gestión de nuestros diferentes estados anímicos nos puede llevar a cronificar síntomas asociados a esa enfermedad pasajera y hacernos pasar más de un mal rato personal, familiar, profesional o social.

La depresión o los cuadros depresivos tienen una característica común, nos instalan en la pérdida y en el anhelo de lo perdido y nos defendemos retrotrayéndonos a estados regresivos e inseguros. Nada nos hace sentir bien y nuestra sensación corporal es cansada, pesada y por ello inhibimos acciones cotidianas justificándonos en que todo es muy difícil e insatisfactorio. Estancarnos nos aleja del dolor del conflicto principal aún no resuelto, desviando así la atención hacia aspectos menos trascendentes. Lo no visible se convierte en un síntoma y la persona somatiza… y enferma.

La psicosis activa mecanismos de autodefensa dividiendo la realidad en parcelas desconectadas entre sí, como un espejo roto en pedazos; esto genera obsesiones paranoides de tipo persecutorio siempre amenazantes, siempre a la defensiva, con la ansiedad de sólo obtener placer al someter a los demás al antojo de su voluntad, con la capacidad de cometer atrocidades al margen de toda ética o moral que pueda frenar sus ansias de poder y de destrucción. Los trastornos disociativos permiten a la persona vivir al margen de la realidad, y el no estar conectado a ella le impide enjuiciar sus actos más allá del placer que le proporciona poder llevarlos a cabo.

Imagina que tienes un mes de vida, tres meses o seis; imagina que tienes un año, dos, cinco o nueve… Desde el nacimiento y durante la infancia se forja la estructura de personalidad para reafirmarse luego en la adolescencia. ¿Sabes la cantidad de agresiones y amenazas de rechazo que pueden experimentar los niños durante todo su desarrollo?

De adultos padeceremos las consecuencias de las experiencias emocionales que han ido sedimentado durante nuestra infancia y adolescencia, tanto las gratificantes como las agresivas/destructivas. Saber interpretar las emociones es saber manejar con ventaja nuestro equilibrio interior. Los conflictos/traumas son inevitables muchas veces, la vida es así, pero enseñar a nuestros hijos a cómo gestionar sus emociones puede permitir el desarrollo de una persona sana que sabrá quererse y será querida.

Desde la perspectiva de los niños la vida no tiene las mismas prioridades que la de los adultos, y demasiadas veces nos limitamos a quedarnos en la simple superficie de lo conductual, de lo que se ve o aparenta, del resultado por el resultado. Tendemos a relativizar las cosas que les pasan, a menospreciar sus recursos y habilidades y a decirles constantemente cómo tienen que hacer las cosas sin ponernos en su lugar o sin conectar con sus potenciales emocionales.

Las personas tenemos dos formas de afrontar la vida, sufriendo o aceptando, y es en la infancia donde se desarrollan los mecanismos de defensa con los que nos vamos a enfrentar a la maravillosa experiencia de sentirnos bien con nosotros mismos. Vamos a cuidar a nuestros hijos con el mejor de nuestros ejemplos, cuidándonos nosotros.

No es magia, es educación.

Luis Aretio

2 comentarios en «Emociones y mecanismos de defensa. Somos lo que aprendemos a sentir.»

  1. Bravo Luis, consigues hacer pedagógicamente accesible algo tan complicado en esencia.
    Muy a favor de andamiar ese desarrollo emocional desde edades tempranas.
    Un gusto leerte

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