Robada y perdida con el consentimiento y el beneplácito de todos y cada uno de nosotros. Madres y padres, en un último intento de dar a nuestros hijos lo mejor de lo mejor, hemos lanzado al futuro a niños y niñas que parecen, casi todos, mayores de la edad que tienen. Por activa o por pasiva hemos convertido tener hijos en un suplicio cada día más complicado de entender. ¿Cuándo empezó todo esto? ¿Alguien lo recuerda?
Del autoritarismo de nuestros padres apenas quedan cenizas. De las bofetadas de algún Don Ramón, ahora hemos llegado a tener que solicitar una ley de protección por las agresiones que reciben los docentes en el aula. Del respeto exquisito a los abuelos, hemos llegado al desprecio obsceno y rancio por el conjunto de las personas mayores dejándolas al cuidado de su propia soledad.
¿En qué se parece la educación que damos a nuestros hijos a la que nos dieron nuestros padres? No es necesario repetirla, estaba llena de imperfecciones, es fundamental mejorarla si acaso. Sabemos tanto sobre desarrollo evolutivo antes de que nazcan nuestros primerizos, que demasiadas veces se nos ha llenado la boca de teorías y teoremas sobre qué método o qué sistema es el mejor para nuestros futuros herederos.
La inteligencia emocional nos tiene a todos un poco amamonados. Queremos ser felices buscando maneras de sentirnos únicos en esta globalizada aldea; y nuestros hijos nos observan, huelen nuestra indecisión y falta de confianza cuando nos ven actuar con ellos mientras consultamos el manual.
Cada edad y cada etapa necesitan ser respetadas, tanto en tipos de atenciones, en juegos, en exigencias y responsabilidades, pero se nos va la mano con las expectativas de cómo queremos que sean nuestros hijos, y pisamos el acelerador ofreciendo hábitos, productos y aspiraciones por encima de la edad que tienen, es decir, por encima de sus capacidades.
Nuestros hijos en muy pocos años han acumulado más experiencias y destrezas que nosotros en muchos más años de vida. Y no hablo de lo digital o de la realidad virtual, eso da para una capítulo completo, sino de vivencias lúdico culturales, espectáculos, fiestas, eventos, cumpleaños, deportes, extraescolares, reálitis televisivos con fórmula de concursos, conciertos en directo, etcétera.
No es lo que les ofrecemos, es la voracidad con que lo hacemos. La rivalidad es ya un culto, nuestros hijos y nosotros nos vemos envueltos de muchas maneras en contiendas sociales, deportivas o de lo que sea donde se repite casi siempre el mismo esquema de «y yo más».
La infancia robada ya no vuelve, lo que se pierde se pierde para siempre, y no hay derecho ni para ellos ni para nosotros a que sigamos sumidos en este despropósito de consumo, porque es consumir sin consumar, es dejarnos llevar por la inercia a seguir cada nueva tendencia.
Yo quiero que mi hija haga cosas de niñas de su edad, escuche música de su edad y no imite a los adultos en sus aspiraciones de triunfar. Yo quiero que mi hija sea feliz sin consumir el último merchandising de lo que sea, que sepa qué es la moderación, esperar, merecer, ahorrar y soñar mientras llega eso tan deseado. Quiero que mi hija disfrute de su edad y que crezca sin la prisa a la que nos están obligando tener.
«Que me paren el tiempo por favor, que yo me bajo, que quiero llevar a mi hija muy despacito para ir juntos de la mano«.
No es magia, es educación.
Luis Aretio
Amen!
Que no es lo mismo que Amén, cuidado! Amemos, cuidemos, y sobre todo, protejamos la infancia de nuestros hijos de quienes nos la quieren robar sin criterio ni sentido!!
Genial luis sabias y verdaderas palabras , enhorabuena
Las palabras demasiadas veces se las lleva el viento. Anclemos nuestros criterios con cadenas que soporten las tempestades indeseables de aquellos que no tienen ningún criterio.
¡Gracias Rocío!
!Cierto cierto! Todos de acuerdo… pero es la realidad que tenemos difícil de esquivar
La realidad es la de cada uno. Mira la tuya e ignora la de los demás, ahí es donde empieza todo este despropósito absurdo del » y yo más»… y eso no es criterio, es pobre y ridículo.
Gracias Raquel!
Más razón que qué, a ver si los padres nos vamos enterando…..
Gracias Juan Antonio, pasemos de la razón a la acción, que tengo la sensación de que vamos algo tarde. Seamos optimistas y hagamos de nuestro criterio nuestro mejor ejemplo. Ése es para mi el camino.
Yo pude elegir, crié a tres, si abuelitos, con su padre trabajando siempre, pero el tiempo de los niños era su tiempo, jugar con ellos, pasearles, llevarles al parque, al colegio sus deberes, elegí bien, hay tiempo para todo, no todo a,la vez, la infancia pasa enseguida.
A veces tenemos una presión. .los padres digo por llevar a nuestros hijos al Rey León a Madrid, a Disney..al último parque de atracciones..Y todo porque sus compañeros, vecinos ya han ido y no podemos ofrecer menos!!! Y quizás no nos sentamos en la alfombra s jugar con ellos o simplemente no compartimos raritos en el parque..es difícil encontrar el punto medio..Yo también les daría la mano a los míos y quizás no iría ni despacito sino que detendría el tiempo.
Mucha razón Luis, yo de todas formas no me dejo llevar por lo que hace la gente ….. intentó darle a mi hijo las necesidades y las herramientas necesarias para que sea feliz y el esta aprendiendo a ser feliz con lo que tiene no con lo que tienen los demás y en la mayoría de los casos sólo es fachada!!!!! Nosotros queremos ser felices no ser los mejores!!!!!!!!!!