Quien bien te quiere, te hará educar.

Pongamos algunas cosas en su sitio. No quiere más quien protege sino quien enseña a protegerse. No quiere más quien ayuda, sino quien prefiere que aprendas a solucionar tus propios problemas. No quiere más quien lo dice, sino quien lo demuestra.

Y no, no hace falta que te haga llorar como el conocido refrán, porque para educar necesitamos hacer ver a nuestros hijos que en el mundo en el que van a crecer nadie les va a regalar nada, más bien todo lo contrario, y que cuanto más tenemos menos felices seremos; la felicidad no está en perseguir sueños, sino en no perder la calma cuando nos distanciamos de ellos o cuando la vida nos arrebata la oportunidad de disfrutarlos.

Educar también es aprender a tolerar las frustraciones, es limitar la disponibilidad de hacer lo que quieren cuando quieren, es insistir ante un plato de comida, es apagar la tele aunque nos tengamos que molestar en ofrecer alternativas, es priorizar los horarios de los niños ante el de los adultos, es corregir en lugar de reñir, es garantizar un descanso sano, es ofrecer a nuestros hijos una vida equilibrada en todos los sentidos.

Educar es enseñar a tener criterios propios y a defenderlos, es sacar lo mejor de cada uno al margen de las comparaciones, es aprender a cambiar de opinión sin tener miedo a la crítica, al contrario, mejor aprender que ceder al “qué dirán”.

Quien bien te quiere te hará dudar porque cuestionará tus palabras a cambio de nuevos razonamientos, y te guiará por el camino más difícil porque el fácil no tiene mérito. Quien bien te quiere te enseñará que el amor se mide en sacrificios más que en beneficios.

Quien bien te quiere, te educará. Seguro.

No es magia, es educación.

Luis Aretio

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