Ni Juanito ni Juanón.

Ahora que tanto hablamos de Inteligencia Emocional, de Inteligencias Múltiples, Autoestima, Autorrealización, Autoayuda…ahora, la impresión que tengo, es que cuanto más se habla y se lee de algo, más se desvirtúa en su esencia.

Ahora todos sabemos de Autoestima. Los padres se hacen valedores de la felicidad de sus hijos y la familia se convierte en un castillo que, según el enemigo, soporta los asedios de la realidad con mayor o menor solidez, porque los castillos modernos no son de piedra como los de antes, no, son de conceptos, de argumentos retóricos transitorios o paradigmas cada vez más excluyentes por ¿modernos?

Ahora, los docentes están abocados a convertirse en los permanentes motivadores, coach, o entrenadores de nuestros hijos…ya no deben enseñar como antes, ahora convencen y motivan, convierten la empatía en una asignatura imposible de suspender, personalizan, diversifican, integran y crean vínculos.

¿Y quién se encarga de la disciplina? ¿La televisión? ¿Internet? Porque si las familias se han especializado en reforzar y los docentes en motivar… ¿Quién señala los límites?

No seamos ni tan clásicos ni tan modernos, seamos consecuentes, con nosotros, con el ejemplo que les damos a nuestros hijos, con los docentes de nuestros hijos (ellos ya saben cual es su labor). No pasemos del “porque yo lo digo”  a “lo que digan los niños”.

Lo dicho, ni Juanito ni Juanón, en medio está Juan, el eterno término medio.

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