Muchos son los comentarios vertidos sobre el sistema educativo finlandés como modelo y referencia a seguir, pero yo me pregunto: ¿hay algún finlandés en la sala? Imagino que no, que todos somos y seremos más bien de por aquí, y todos sabemos que Finlandia no hace frontera con España.
Pues bien, dejemos el modelo finlandés para cuando estemos preparados para afrontar una hazaña social de tales dimensiones.
En Finlandia el respeto por las personas y por su entorno roza lo exquisito; aquí no, aquí ni nos acercamos a eso, todavía. En Finlandia cuando los primeros padres van a dejar a sus hijos al colegio, aparcan en los últimos lugares para que quien venga un poco más tarde, su hijo pueda llegar con tiempo a clase por haber encontrado parking cercano a la puerta; aquí no, aquí nos apelotonamos en torno a la entrada, creamos un atasco tremendo con nuestros coches, y si alguien llega tarde casi todos pensamos que “debería haber salido antes”.
El ejemplo de civismo, responsabilidad, concienciación y respeto del pueblo finlandés es lo que deberíamos perseguir, no seguir, perseguir pues tengo la sensación de que “vamos tarde y algo torcidos”.
Cuando seamos capaces de avanzar y evolucionar hacia esquemas de relaciones basados en el respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás, hacia el patrimonio urbanístico y cultural, hacia la naturaleza, su sostenibilidad con el entorno,… cuando nos preparemos para acercarnos a este modelo de convivencia, es cuando podremos plantearnos implementar el sistema educativo finlandés tan famoso en nuestros centros educativos; y es famoso no por casualidad, lo es por su mentalidad y su buen gusto, y no sólo por sus gestores; aquí, nuestros gestores, arrastran las mismas carencias que los ciudadanos de a pié, nosotros.
No hay profesión que exija más preparación que la de ser maestro o profesor, en Finlandia, pero aquí se preparan también para soportar a muchos alumnos que no saben ni porqué están escolarizados o no lo quieren estar, y además se les exige que hagan de educadores, ya que muchos de ellos presentan notables carencias en habilidades sociales y respeto. Y si el alumno fracasa “es porque el centro educativo no hace bien las cosas”…y nos quedamos todos de hielo, tan tranquilos, viendo como el sistema se justifica a sí mismo…”unos por otros, y la casa sin barrer”.
Adoptemos nuevas formas de educar a nuestros hijos, afiancemos las bases del respeto por lo público y lo privado como un bien de todos, preparémonos para transmitir a nuestras nuevas generaciones que lo importante no son los resultados, sino los procesos. Si una persona se siente bien, seguro que responde con buenos resultados, y si no es así, hagamos algo entre todos para que supere esa dificultad y avance en el sistema educativo arropado por todos los agentes que participamos directa o indirectamente de sus procesos educacionales.
No es magia, es educación.
Luis Aretio