De la generación del Yo a la generación del Ya.

La generación del Yo surgió de una generación abnegada, expuesta a los grandes movimientos sociales e ideológicos del siglo XX cuyo origen estaba en los pensamientos románticos del siglo anterior… dando paso al existencialismo, al realismo, y al modernismo con su nuevo concepto del sentido de la vida, del tiempo libre y modificando el papel integrador de la familia. Un Yo que ha tenido que romper moldes sociales y deshacer estereotipos arraigados en modos de vida tradicionales difíciles de cambiar. Un Yo resiliente y comprometido. Sigue leyendo De la generación del Yo a la generación del Ya.

Asesinos de mujeres

Lo podemos llamar de muchas maneras según la posición política o social que adoptemos, pero en lo que todos coincidiremos es que son asesinatos en toda regla y que no deberían continuar ocurriendo. Son demasiadas veces portadas en los informativos. Y es en ese momento cuando todos sentimos ese pellizco de “otra vez, otra víctima injusta”. ¿Qué está pasando? Sigue leyendo Asesinos de mujeres

Los demás y el Yo: la soledad social.

Podemos vivir en dos realidades. La disociación de nuestra psique nos permite adaptarnos a nuestras exigencias internas y a las externas. Dos posicionamientos que a veces no se encuentran ni se conocen, pero que no se entienden el uno sin el otro. El ser social, con la verdad única de los demás, no se entiende sin el ser individual. Al ser objetivo se llega desde el ser subjetivo ya consensuado. Sigue leyendo Los demás y el Yo: la soledad social.

Maldita ansiedad, o no.

La ansiedad es el síntoma estrella del siglo XXI;  la identifican, la conocen y la expresan tanto niños, adolescentes como adultos. España es el primer país del mundo (se dice pronto) en consumo de ansiolíticos y psicofármacos. Somos líderes en gestionar mal nuestras emociones, en no saber encontrar respuestas a nuestras dificultades, en ir a lo fácil, en “tómese esto, y vuelva usted mañana”.

Pero, ¿Qué es la ansiedad? ¿A qué le tenemos tanto miedo? Sigue leyendo Maldita ansiedad, o no.

Una infancia para los niños, pero sin los niños.

Educamos de manera instintiva y casi irreflexiva; forma parte del proceso de apego y de esa necesidad ‘tan nuestra’ de vivir en comunidad. Es el eslabón que continúa nuestra cadena, es ese “yo te educo como me han educado” que no siempre ha de repetirse ni en forma ni en significado. Vemos, leemos y escuchamos infinidad de opiniones que forjan las nuestras. Sumamos a lo añadido nuestro toque personal hasta desdibujar lo que era genuino para conformarnos con un resultado más o menos vistoso de puertas para fuera. Sigue leyendo Una infancia para los niños, pero sin los niños.

El hombre más rico del mundo.

El hombre más rico del mundo tiene ocho hijos y los bolsillos vacíos. No tiene nada que dejarles en herencia; su casa es alquilada, no posee propiedades, ahorros ni títulos. Vive de sus hijos, todos personas honradas, trabajadoras y honestas. Este hombre lo tiene todo porque sabe que sus hijos le quieren por lo que él es y por lo que ha sido, su padre. Sigue leyendo El hombre más rico del mundo.

Hijos de Caín. El poder de la envidia.

Todos llevamos algo de Caín dentro, unos más controlado que otros, pero nuestro origen animal nos delata, nos supera, y nuestro peor Yo puede salir a relucir en cualquier momento; tan sólo necesitamos sentir una amenaza para dar rienda suelta a nuestras maneras más destructivas, a nuestros peores gestos, a no mirar por nadie salvo por nosotros mismos. Lo mismo hizo Caín llegado el momento. La envidia, ese veneno tan nuestro, superó todos sus principios éticos y morales haciéndose con el control imponiendo su ley de “todo para mí”. Sigue leyendo Hijos de Caín. El poder de la envidia.

Héroe de día, cobarde de noche.

Es este momento; donde nada es lo que parece y lo que parece es nada.

La realidad está en duda, en tela de juicio, en entredicho, y lleva una mentira atada al cuello apretándole en cada instante. Somos capaces de negarnos como especie racional para reafirmar nuestra parte más simplona y pérfida, la más elemental: la de andar por casa con ese talante de valiente en chándal, contra ese otro andar pesado de cobarde enfundado en su pijama. Valiente por hacer frente a lo desconocido, sabiendo que sea lo que sea, va a ser jodido. Cobarde por ser humano, por tener miedo de una consecuencia imposible de prever y que a duras penas sólo nos permite improvisar. Sigue leyendo Héroe de día, cobarde de noche.

El duelo: cómo aceptar una pérdida.

Estamos perdiendo a muchos de nuestros seres queridos de manera repentina y además en soledad. No estamos preparados para poner en cuarentena un duelo, eso es pedirnos demasiado; no podemos hacer nada, y la desesperanza nos invade sumándose a la impotencia de ni siquiera poder compartir el dolor con el resto de la familia. Es una muerte ausente, no ignorada, pero sin cerrar, sin un adiós cercano, sin una caricia amable.

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La identidad emocional y las carencias afectivas.

El apego no nace, se hace, y para ser madre o padre hace falta mucho más que traer hijos al mundo. El vínculo filial no garantiza la unión más allá del principio de pertenencia, y nuestra existencia va mucho más allá del vínculo. Nuestra identidad emocional depende de la calidad de la relación entre nuestro primer Yo (primera identidad) y la realidad (el mundo externo), y ahí estamos en manos de quienes nos traen al mundo y nos ofrecen lo que son y lo que no son (sus carencias). Somos lo que aceptamos, lo que soportamos como condición ineludible de nuestra propia existencia.

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