Te educo porque te quiero. Pero… ¿Qué es educar?

Educar es enseñar a establecer un orden en el cerebro de nuestros hijos. Es dotarles de unos esquemas de pensamientos que regirán sus vidas, es decir, su presente y su futuro… porque de ahí dependerá también que sepan respetar; comenzando por mamá y papá y terminando en todos los demás. Es preparar sus capacidades para un mundo que sabemos que a veces es maravilloso pero otras, bastantes, demasiado difícil, demasiado injusto por las cosas que nos tocará vivir, y demasiado hostil por la competitividad, la exigencia y la rivalidad a través del éxito permanente en el que estamos inmersos. Sigue leyendo Te educo porque te quiero. Pero… ¿Qué es educar?

LA INFANCIA: Candidatura al Premio Princesa de Asturias a la Concordia 2022

No, no es un loco, es un maestro. No es un lunático, es de Cádiz, y mira por dónde ha volcado su empeño en quienes más cerca tenía, en sus niños  y en sus niñas, esos de quienes tanto lleva aprendido. Se llama Francisco y de apellido conquistador, Cid. ¡Qué va a hacer con semejante herencia! Dar la talla, dar la cara, pelear por sus niños y niñas y dejarlo todo en el intento. ¡Qué ocurrencia ha tenido este maestro de promover y nominar a la infancia como Premio Princesa de Asturias a la Concordia 2022! ¿Motivos? ¿Argumentos? Yo diría que sobran, pero para los más “cerraditos de molla” ahí van unos cuantos ejemplos: Sigue leyendo LA INFANCIA: Candidatura al Premio Princesa de Asturias a la Concordia 2022

Una infancia para los niños, pero sin los niños.

Educamos de manera instintiva y casi irreflexiva; forma parte del proceso de apego y de esa necesidad ‘tan nuestra’ de vivir en comunidad. Es el eslabón que continúa nuestra cadena, es ese “yo te educo como me han educado” que no siempre ha de repetirse ni en forma ni en significado. Vemos, leemos y escuchamos infinidad de opiniones que forjan las nuestras. Sumamos a lo añadido nuestro toque personal hasta desdibujar lo que era genuino para conformarnos con un resultado más o menos vistoso de puertas para fuera. Sigue leyendo Una infancia para los niños, pero sin los niños.

El hombre más rico del mundo.

El hombre más rico del mundo tiene ocho hijos y los bolsillos vacíos. No tiene nada que dejarles en herencia; su casa es alquilada, no posee propiedades, ahorros ni títulos. Vive de sus hijos, todos personas honradas, trabajadoras y honestas. Este hombre lo tiene todo porque sabe que sus hijos le quieren por lo que él es y por lo que ha sido, su padre. Sigue leyendo El hombre más rico del mundo.

La autoridad como vínculo. El valor del respeto.

La autoridad no es una actitud imperativa que nos permite dar órdenes para que sean ejecutadas, eso es sólo un tipo de autoridad basada en la represión y en la sumisión a través de coacciones y amenazas, eso es autoritarismo y se sustenta gracias al miedo; suelen ser agresiones que quienes las soportan las devolverán, posiblemente, a medida que se sientan capaces de enfrentarse a quienes se las imponen sin más, y si son reprimidas, pueden dejar una huella de inseguridad y fragilidad difícil de borrar el resto de su vida, o bien una agresividad hacia los demás probablemente desadaptativa. Sigue leyendo La autoridad como vínculo. El valor del respeto.

Héroe de día, cobarde de noche.

Es este momento; donde nada es lo que parece y lo que parece es nada.

La realidad está en duda, en tela de juicio, en entredicho, y lleva una mentira atada al cuello apretándole en cada instante. Somos capaces de negarnos como especie racional para reafirmar nuestra parte más simplona y pérfida, la más elemental: la de andar por casa con ese talante de valiente en chándal, contra ese otro andar pesado de cobarde enfundado en su pijama. Valiente por hacer frente a lo desconocido, sabiendo que sea lo que sea, va a ser jodido. Cobarde por ser humano, por tener miedo de una consecuencia imposible de prever y que a duras penas sólo nos permite improvisar. Sigue leyendo Héroe de día, cobarde de noche.

A nuestro cerebro le gusta lo fácil, cuidado con tantas comodidades.

Venimos al mundo sin hábitos ni rutinas y observamos con asombro todo cuanto nos rodea, todo es nuevo para nuestro cerebro. Somos curiosos por naturaleza y nuestra curiosidad nos provoca querer aprender, querer saber y preguntar por todo lo desconocido. Somos lo que aprendemos, y ahí nace nuestra inquietud, nuestra necesidad de conocimientos y expansión: saber para ser. ¿Pero de dónde venimos? ¿Cuáles son nuestros antecedentes? Nuestro cerebro durante miles de años ha estado ocupado en una función casi exclusiva de autoprotección: defender su integridad y la de sus descendientes. Hemos pasado miles de años vigilando a los depredadores, miles de años programados para sobrevivir. Sigue leyendo A nuestro cerebro le gusta lo fácil, cuidado con tantas comodidades.

Demasiado amor para tan poca disciplina.

Inteligencia emocional, educación emocional, salud emocional, desarrollo emocional, bienestar emocional, control emocional; todo termina con el mismo concepto y bajo el mismo paraguas de lo emocional, y no, no sólo vivimos de emociones. Hace falta la otra pata de la mesa, la que soporta y permite el equilibrio entre lo emocional y lo conductual, entre lo placentero y lo necesario, entre la devoción y la obligación. Tanta sobre atención hacia las emociones nos está convirtiendo en personas altamente sensibles pero incapaces de llevar a cabo grandes esfuerzos cuando el contexto lo demanda. Sigue leyendo Demasiado amor para tan poca disciplina.

Si no te obedece, de algo carece.

Veo niños y niñas que no saben obedecer, que carecen de lo más importante para su desarrollo como personas sanas porque estamos normalizando peligrosamente las faltas de respeto en casa y en la escuela. Los adultos nos quejamos con aspavientos de la mala educación de las nuevas generaciones, de lo poco que valoran las demasiadas cosas que les ofrecemos; nos quejamos de ellos siendo nosotros quienes hemos permitido semejante incoherencia educativa. Nos hemos inventado una moderna relación de “toma y quiéreme por lo que mucho que te doy”, y eso no es amor, eso es maleducar, y además sale muy caro. Cambiemos las normas, rescatemos el sentido común y mostremos el mejor de nuestros ejemplos.

Por una educación responsable.

Luis Aretio