La Separación Cautelar.

La separación cautelar es un ensayo de la separación sin tomar decisiones precipitadas e irreversibles. Es una forma de permitir que las emociones se enfríen y cada persona reflexione de manera libre y serena, porque el estrés que generamos en una convivencia forzosa no ayuda a que nadie se sienta mejor. Se debe pensar en un tiempo razonable, entre cuatro y seis meses mínimo, pues es la única forma de que haya tiempo suficiente para que cada miembro de la pareja adquiera una nueva rutina significativa y sobre todo para que pueda valorar si es eso lo que quiere, si merece la pena modificar la estructura de familia nuclear a familia separada o divorciada.

Quien toma la decisión no es tan importante, en realidad el fracaso es conjunto porque en la pareja lo que uno quiere o no quiere, afecta al otro quiera o no quiera. Se trata de un pacto previo antes de confirmar la separación definitiva, un pacto de no agresión para ver qué queda del amor de la pareja después ese tiempo de espera. Seguro que muchos se verán sorprendidos por cómo se transforman los sentimientos negativos cuando pasan los primeros cuatro meses, y por cómo aparecerán nuevas sensaciones olvidadas hacia la pareja que nos pueden hacer sentir querer que todo vuelva a ser como era antes. Si no se ha metido la pata (cosa fácil), la opción del regreso a la convivencia es posible, o si no se quiere continuar, las nuevas emociones permiten cerrar formalmente la convivencia de manera amable, con suficiente distancia del origen del problema y, posiblemente, con el menor daño para todos.

Se puede vivir una crisis desde dentro o desde fuera. Ambas decisiones suponen un gran esfuerzo, el de permanecer bajo una tensa convivencia o el de establecer dos viviendas. Los hijos de la pareja mantendrán su rutina y pasarán el mismo tiempo con ambos; la ruptura de la pareja no tiene por qué suponer la limitación de acceso hacia madres o padres. Ellos no tienen que decidir, es la pareja la que debe consensuar una rutina sostenible en atenciones y actividades, sabiendo que todo esto no es fácil viviendo en pareja, imagina ante una separación donde el tiempo se diluye en trabajar, en  atender a los hijos, y poco más. Hay que tener la cabeza muy bien amueblada para saber estar en todas las futuras demandas cuando se vive separados: citas médicas, tutorías y reuniones escolares, conductas difíciles que irán creciendo conforme crecen ellos, extraescolares, convivencias, excursiones, celebraciones familiares, etc. No, no es tan fácil como parece simplemente al imaginarlo.

La separación cautelar es un banco de pruebas de un futuro posible, pero que no siempre se parecerá a ese futuro con el que soñamos cuando decidimos separarnos. Ante las dificultades solemos fantasear una vida más feliz fuera de la relación de pareja. La libertad individual cobra un valor extra, las relaciones sociales adquieren nuevas formas y todo parece favorable en ese futuro deseado, pero cuando pasa un tiempo significativo y las novedades ya no son tan frecuentes, podemos recuperar entonces la capacidad perdida de valorar si los motivos por los que se decidió la separación siguen teniendo vigor y siguen con la misma intensidad después de esos cuatro o seis meses. Es decir, que la separación cautelar permite recuperar la objetividad perdida cuando se está dentro del problema.

La separación no arregla lo que no tiene solución, eso se lo lleva cada cuál allá donde vaya, y las cosas importantes las deberíamos tratar con calma, con mucha calma. Los hijos no entienden de nuestro fracaso y no deberían estar ni a favor ni en contra de nadie; es nuestra responsabilidad dotarles de plena seguridad y atender sus necesidades tanto materiales como emocionales al margen del conflicto de la pareja, y eso aunque es difícil, sé de parejas que lo han conseguido; es una cuestión de mucho respeto y de tener muy claras las prioridades.

Igual que no hay que soportarse mutuamente porque sí, tampoco hay por qué separarse a la  primera; sobre todo hay que saber cómo hacer ver a la pareja que las cosas no van bien antes de que se pongan demasiado feas.

Darnos un tiempo para pensar con calma siempre merecerá la pena.

No es magia, es educación.

Luis Aretio

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