El abuso de las nuevas tecnologías está provocando la aparición nuevos modelos de conductas desadaptativas, un desorden que va desde el déficit de atención, irritabilidad, explosiones de ira, aislamiento familiar y social, e incluso cuadros depresivos. Las redes sociales seducen nuestra estima y nos entregamos a los gozos de las notificaciones que no nos paran de llegar, a ellos y a nosotros, porque en esto de no abusar no estamos siendo sus mejores modelos.
En los más pequeños, su sistema nervioso es inmaduro como para sobre exponerlos al bombardeo de estímulos que ofrecen las pantallas. Esos niños están simplemente extasiados delante de una fuente que emite colores, movimientos y sonidos, pero en su cerebro se generan emociones muy placenteras y pronto no querrán otra cosa que volver a ver lo que sea. Dispositivos no nos faltan. Esa emoción tan intensa es difícil encontrarla luego en juegos más sencillos, por tanto se sienten aburridos o desmotivados ante la falta de sensaciones, y muchos pueden desconectarse de una necesidad fundamental para su desarrollo, el juego simbólico. Tanta excitación termina afectando a los procesos de conducta y de aprendizaje, y ahí es cuando todos empezamos a estresarnos.
En la infancia es fácil caer en la trampa de “lo que hacen los demás”, y damos rienda suelta a decisiones sobre el ocio de nuestros hijos que no necesitan. Los saturamos de actividades extraescolares y se pasan horas delante de las pantallas, como nosotros. Y les cuesta hacer los deberes, como a nosotros. Un uso razonable es sano, bueno y enriquecedor. Las nuevas tecnologías favorecen el pensamiento lógico, hipotético y deductivo; favorecen la agilidad mental, la toma de decisiones, la velocidad de procesamiento de información y muchas más ventajas. Pero si se abusa, todo el beneficio se convierte en perjuicio, y aparecen los primeros síntomas desadaptativos.
La preadolescencia se inicia con la etapa prepuberal, adelantándose en muchos casos a la edad de nueve años, sobre todo en las niñas. Sus esquemas de juegos, su posición ante la realidad y sus necesidades experimentan cambios que se ven empujados por los nuevos hábitos de consumo y por el tipo de contenidos a los que tienen acceso. Ahora todo viene vía Internet. Se inician en el navegar a sus anchas, y eso es un laberinto de donde se sabe entrar pero no siempre averiguamos cómo salir. Ciberacoso, sexting, grooming, perfiles falsos, revelación de datos personales; todo un mundo lleno de aventuras y de amenazas de las que no saben cómo defenderse.
En la adolescencia el juego es una espiral de capacidades, de rivalidades, de exhibición, de control y de omnipotencia. “Yo mando” en el juego, yo destruyo, yo participo en una realidad de placer que gestiono a mi antojo; todo lo que suponga una amenaza o una restricción se vivirá como algo fatal y la amenaza se volverá ansiedad anticipatoria. Todo por el juego y todo para el juego. Las relaciones sociales cambian al ritmo que cambian ellos; necesitan distanciarse de nosotros, y encuentran en la tecnología un refugio ideal donde explayarse y exhibirse. Todo por y para el grupo de amigos, todo por la identidad y pertenencia al grupo. Todo se aparca en un momento vital para su consolidación como futuros adultos en la sociedad, frenando en muchos casos la motivación para establecer referencias socio culturales más allá del mundo virtual donde por supuesto todo es mucho más cómodo y divertido y el adolescente se desconecta de la realidad.
Las consecuencias del abuso, a cualquier edad, suelen derivar en problemas conductuales relacionados con la agresividad, explosiones de ira, de falta de autocontrol, de rechazo, de desconfianza, de incomunicación, de menosprecio y de indiferencia hacia sus responsabilidades más elementales. Podemos hablar de aislamiento social porque se relacionan, pero es desde su ordenador o videoconsola, perdiendo progresivamente el interés por hacer otras cosas y viviendo al margen de una realidad para ellos tan necesaria como es la variedad en las relaciones sociales en diferentes contextos donde desarrollar actividades deportivas, artísticas, culturales o de ocio.
El «apagón digital». Son muchas familias las que han optado por tomar esta decisión de desconectarse de lo virtual cortando Internet y retirando las consolas, tabletas y móviles; y reconocen que, tras varios días «difíciles», todo vuelve a la normalidad permitiendo establecer unas pautas claras para poder disfrutar de las ventajas de las nuevas tecnologías de manera sana y razonable, para todos.
No es magia, es educación.
Luis aretio
yo comparto totalmente todo tal vez no comparto totalmente las habilidades que dicen que desarolla la tecnologia. creo que estas mismas habilidades se pueden conseguir de una forma «mas sana»
Todo lo tecnológico es completamente compatible con el resto de juegos y actividades, el equilibrio está en el buen uso, pero es demasiado fácil para el cerebro de nuestros hijos y para nosotros sucumbir a los atractivos estímulos digitales, y acabamos todos pegados a las pantallas.