Héroe de día, cobarde de noche.

Es este momento; donde nada es lo que parece y lo que parece es nada.

La realidad está en duda, en tela de juicio, en entredicho, y lleva una mentira atada al cuello apretándole en cada instante. Somos capaces de negarnos como especie racional para reafirmar nuestra parte más simplona y pérfida, la más elemental: la de andar por casa con ese talante de valiente en chándal, contra ese otro andar pesado de cobarde enfundado en su pijama. Valiente por hacer frente a lo desconocido, sabiendo que sea lo que sea, va a ser jodido. Cobarde por ser humano, por tener miedo de una consecuencia imposible de prever y que a duras penas sólo nos permite improvisar.

Los nuevos héroes del coronavirus somos los mimos cobardes del tsunami social y económico que se nos avecina y que no tenemos más remedio que afrontar. Fortaleza ante la adversidad y miedo ante la oscuridad; la resiliencia contra el victimismo, voluntad de dar lo que haga falta para salir hacia adelante, y dudas, muchas dudas generadas por la incertidumbre, y por no sentir la seguridad que teníamos antes.

Es hora de ser fuertes y débiles al mismo tiempo, es el momento de soportar lo insoportable, y a la vez, de ahogarnos en la siempre recurrente piscina sin agua; es el momento de elegir entre vivir o sobrevivir, de buscar en tus recursos y reinventar la forma de trabajar desde casa; o no, o quien lo prefiera que se quede en su sofá con su pena y que no haga nada, que se siente a esperar a que los políticos solucionen el problema de un sistema que no entiende de virus ni de ambulancias, sino de números, de estadísticas y estrategias. Como para no sentir el miedo rozando tu cara.

Héroes con zapatillas deportivas y cobardes con babuchas de franela; héroes con la nevera llena de ideas frescas, de aplausos a las ocho, de brindis al cielo y al suelo, porque también hay noches de preocupación, de dar vueltas en la cama sin calma y sin ton ni son, con ese lógico miedo a un futuro que está aún por descubrir. Vivimos el castigo de un estilo de vida basado en acercar fronteras y exportar enfermedades como quien exporta mercancías. Ya lo hicimos en diferentes momentos de la historia, pero nunca fueron retransmitidos en directo como para colarse en las casas de todos esos héroes que aún no saben si podrán lucir su capa, se han colado en las casas de esos mismos cobardes que por un momento no quieren pensar en lo que pasará mañana.

La realidad depende de la interpretación que en cada momento hagamos del drama, por eso unas veces sentimos que podemos con todo y otras con nada. El momento de la gloria reservado para los héroes no encuentra su lugar en la casa, y postergado al ostracismo, busca por los rincones su espacio de poder, y marca su territorio, la famosa zona de control, donde todo lo que puede ocurrir es filtrado por el pensamiento pseudomágico de quien se está creyendo poderoso, omnipotente, casi visionario, y es entonces cuando recita sin parar desde su balcón 3.0 sus mejores teorías, sus interminables razonamientos sobre la casuística de semejante pertrecho que sólo los valientes podrán superar. Pero la realidad nos es una línea constante paralela al pensamiento consciente, sino variable, inestable, cambiante y caprichosa, y al torcer de su tendencia, despierta al ingenuo cobarde que todos llevamos dentro. Somos lo contrario de lo que lucimos, somos una formación reactiva que se empeña en forjar una identidad apuntalada a base de fraccionamientos irrelevantes. Somos el rebosadero de lo que presumimos, dejando escapar en cada gesto la impertinente sombra de lo oculto, de lo escondido sutilmente para que nadie detecte ese tufillo a soledad. Lo que por la mañana he visto probable, por la noche se antoja irreparable. Lo que de día tenemos claro, de noche no lo soportamos, y la tiniebla se apodera de la luz robándonos algo más que el sueño.

Talante, elegancia, rotundidad. Miedo, ignorancia, fatalidad. Son duetos que nos hacen sentir que somos de carne y hueso; no son medias tintas, son extremos opuestos; son el bien o el mal, el poderoso o el débil. Dos tendencias, dos maneras, dos formas de afrontar la vida que mantienen un pulso constante. Ganará el más inteligente, no el más valiente, porque a veces, el miedo del cobarde también es poderoso y controla al héroe que todos llevamos dentro, enviándolo al rincón de la gloria a pensar en temas más mundanos, menos prepotentes, más humildes.

Luis Aretio

6 comentarios en «Héroe de día, cobarde de noche.»

  1. Lo he leído, releído y lo volveré a leer!
    Magnífica y maravillosa reflexión donde todos nuestros yo se ven reflejados!
    Y eso es muy difícil de explicar y tú, Luis, lo has conseguido!
    Por eso hay que leerlo varias veces, unas para el yo valiente y otra para el yo cobarde, porque los dos habitan en todos nosotros!
    Magnífico Luis!
    Gracias por compartirlo!

  2. Buenos días, tu evolución profesional y anímica es de matrícula de honor. Tu calidad empatica y tu capacidad para hacernos sentir Bien… Me desborda el alma de satisfacción.
    Contigo siempre me ocurre que te leo en el momento apropiado, cuando más necesito y no soy consciente.
    Gracias, más seres como tú y el mundo sería un lugar mágico. Voy a compartirlo en redes. Un abrazo enorme

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.